Ya no se escribe a mano. Con tanta  tecnología, los lápices y los papeles quedaron engavetados. Ciertamente  las computadoras han ayudado a simplificarnos la vida al momento de  escribir. Podemos redactar cualquier texto sin errores, de una forma  mucho más rápida, limpia y ordenada; y enviarlo a una cantidad  innumerable de personas sin necesidad de transcribirlo varias veces.  Efectivamente, son muchas las ventajas que tiene escribir utilizando un  teclado, pero los beneficios de la escritura manuscrita son aún mayores.  Cada vez que plasmamos nuestras ideas sobre una hoja, creamos  conexiones neuronales, y ejercitamos nuestro cerebro mucho más que  cuando escribimos en un computador.
Escribir a mano  siempre va a llevar más tiempo. Es como lo que ocurre con esos alimentos  artesanales, o esas piezas únicas de diseñador realizadas con mucho  detenimiento y paciencia; cuidando todos los detalles. Ese es  precisamente su encanto. Cuando redactamos a mano, colocamos en un trozo  de papel nuestra personalidad, y le agregamos un valor sentimental y  personal a lo que escribimos. Pero más allá de esto, esta práctica (para  muchos, obsoleta) es sumamente beneficiosa.
Una manera de  retener mejor la información al momento de estudiar es escribiendo a  mano. Esto mejora y acelera el aprendizaje, pues recordamos mejor  cualquier contenido cuando lo hacemos de esta manera.  Debemos memoriza  las letras, ver lo que está sobre el papel y trazar las líneas. Así que  activamos tres procesos en el cerebro: nuestra capacidad cognitiva, el  área visual y las habilidades motoras. Escribir a mano nos vuelve más  listos y refuerza nuestra memoria. Y si lo convertimos en una rutina, se  puede lograr disminuir la aparición de enfermedades mentales propias de  la vejez.
 
También favorece la concentración. Cuando  estamos frente a un computador las distracciones están a tan sólo un  click. Al escribir a mano necesitamos poner toda nuestra atención en el  acto de escribir. Es casi obligatorio: tenemos que sujetar el lápiz,  pensar en lo que vamos a escribir, y escribir. Además, debemos  permanecer lo suficientemente concentrados para evitar que nuestra hoja  termine llena de tachones. Plasmar una idea sobre un papel permite  colocar de manera concisa y ordenada un pensamiento; lo volvemos  tangible, y pensamos de manera más detenida y clara.
La  escritura manuscrita refleja la forma de ser de las personas. Nos habla  sobre sus  aptitudes y comportamientos de acuerdo a ciertos aspectos de  la letra como el tamaño y su inclinación. En este sentido, cada uno de  los trazos que realizamos está cargado de nuestras características. Y  aunque existen letras parecidas, no existen dos iguales; por ello,  escribir a mano es tan mágico. Dejar de hacerlo, no sólo evitará que  ejercites tu cabeza: perderás la habilidad de escribir de manera  legible.
Escribir a mano inspira, es un acto liberador  que permite reforzar nuestra creatividad, y aumenta nuestra imaginación.  No importa si tienes la letra fea, o si no se entiende nada de lo que  plasmas en una hoja, tal como ocurre con los médicos. Lleva contigo  siempre un cuaderno donde puedas escribir cualquier pensamiento que  aparezca de manera inesperada en tu cabeza. Aunque para algunos los  lápices estén en período de extinción, y las hojas sólo sirvan para  hacer figuras de origami, todavía existen personas que prefieren  realizar trazos sobre papel. Anímate a retomar esta práctica que también  sirve como terapia maravillosa para drenar los problemas.
Por Erika De Paz
IG @ERIKADPS 
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