miércoles, 6 de enero de 2016

La impotencia masculina y la falta de estimulación

A muchas personas, la sexualidad, tanto femenina como masculina les resulta misteriosa y complicada, desconocen las diferencias existentes entre las respuestas sexuales de los unos y las otras. Intentan preservar la ilusión, tal como dice Bernie Zylbergeld "que el hombre no tiene dudas, preguntas o preocupaciones sexuales".

Y qué sucede con los varones que consultan porque “ya no es como a los 20 años”, "ya no tengo más erecciones y por eso dejé de hacer el amor", "estoy muy deprimido porque ya no se me para con la misma frecuencia y rapidez como hasta hace poco tiempo atrás", "mis erecciones duran muy poquito tiempo, porque enseguida se me bajan", "a veces ya no eyaculo , creo que se terminó mi vida sexual", "no siempre estoy listo cuando ella quiere hacer el amor".

En casi todos sus relatos, consideran que son ellos los únicos responsables de hacer gozar a su compañera, mostrando la vigencia del mito "el hombre se debe encargar de dirigir y orquestar el sexo", y de aquel otro "sexo igual a penetración". Desconocen, entre otras cosas, que la penetración es solamente una de las maneras de la relación sexual y que tan importante como ésta es cualquier tipo de estimulación que satisfaga a ambos miembros.






Pensar que sexo equivale a penetración es conceder a la erección el valor de "vedette" del show, show que por supuesto deberá cancelarse si la "vedette" faltara sin aviso. Unos y Otras malinterpretan esta situación. En ellos surge el temor a ser abandonados y en ellas el temor a no ser más deseadas, ni atractivas. Pero ambos coinciden en que es sólo responsabilidad del hombre solucionar el problema. Escucho frases como "siempre supe qué cosas le gustan a una mujer, nunca fue necesario que las mencionara".

Este consultante piensa que ya viene programado desde la fábrica y que en consecuencia no requiere aprendizaje alguno. Por ello ni se le ocurre preguntar ni pedir, menos aún aprender. Se conforman parejas que lejos de pedirse mutuamente cosas, presuponen saber lo que al otro/a le gusta o no le gusta actuando como adivinadores del pensamiento.

Los hombres han aprendido que, ante el deseo de la compañera, deben excitarse y tener una erección, estar listos y poder tener una buena experiencia sexual; generalmente suponen estar excitados cuando aún no lo están.

Ante la primera dificultad sienten que el “boy scout” ha muerto, y eso, les resulta difícil de aceptar. ¿Suponen ser máquinas sexuales y como tales deben responder cada vez que se las “enciende”, sin tener en cuenta su vulnerabilidad o indiferencia ante distintos factores como, por ejemplo, vínculos conflictivos?

Por ser la sexualidad un tango que se baila de a dos, resulta importante preguntarse el lugar desempeñado por la mujer en los trastornos sexuales masculinos.

Es sabido que, con el correr de los años se lentifica el mecanismo reflejo de la erección; el endurecimiento de las arterias determina que disminuya la sangre que llega al pene y en consecuencia disminuye la rapidez con que el pene logra endurecerse. Pero a pesar que el mecanismo erectivo se vuelve más frágil y requiere mayor ayuda para producirse continuará trabajando de modo efectivo hasta el final de los días.

Será sólo necesario que su pene reciba mayor estimulación física directa para lograr una erección y que su compañera funcione como colaboradora, aprendiendo ambos a descubrir y disfrutar de nuevas posibilidades. Logrará así un encuentro sexual, encuentro de dos personas que logran una verdadera intimidad que incluye lo sexual pero sin limitarse a ello, encuentro para comunicarse cada uno lo que le pasa, lo que siente y lo que desea o necesita.

Con información de: Agencias | Culturizando

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